En el juego de las relaciones internacionales, México ha sacado un as bajo la manga en su relación con Estados Unidos: la producción de microchips. Aunque hay diferencias en temas como energía, maíz y laboral, ambas naciones están enfocadas en una oportunidad única.
Esta estrategia podría fortalecer la alianza entre México y Estados Unidos, permitiendo una expansión de su relación comercial y manufacturera en un momento clave, marcado por la guerra comercial con China y la reestructuración global de la fabricación.
La invitación del gobierno de Joe Biden al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para unirse al plan de producción de microchips es un hito importante. Biden recientemente firmó la Ley Chips y Ciencia, que destina 52 mil millones de dólares para impulsar la fabricación de chips en su país.
Durante una reciente reunión en Washington, se discutieron estrategias para capitalizar esta oportunidad. Se habló de fomentar la inversión en manufactura, generar empleo y promover la prosperidad a través de estas leyes, que juntas destinan más de 400 mil millones de dólares para fortalecer las cadenas de suministro regionales de microchips.
Raquel Buenrostro, secretaria de Economía, ha resaltado la importancia de la cadena de suministro de microchips y su potencial para impactar positivamente en la economía de Norteamérica y en la integración de Estados Unidos, México y Canadá.
Recientemente, una delegación taiwanesa visitó México para explorar oportunidades de inversión en el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. Empresas como Chunghwa Telecom, Hon Hai Foxconn y Delta Electronics mostraron interés en invertir.
Aunque los detalles de la nueva cadena de suministro de microchips aún no están claros, Armando Cortés Galicia, director general de la INA, ha dado algunas ideas. México podría enfocarse en la programación de microchips y su distribución en la región.
La pandemia del COVID-19 ha provocado interrupciones en las cadenas de producción y ha acelerado la relocalización de empresas desde China hacia otros países. En este contexto, México tiene una oportunidad estratégica.
A pesar de las diferencias que puedan existir, los microchips representan una oportunidad única para fortalecer la alianza entre estas dos naciones a largo plazo, promoviendo un beneficio mutuo y contribuyendo al desarrollo regional.